miércoles, 10 de diciembre de 2008

Presentaciones

Hola a todos, acabo de aterrizar en el mundo blogger y no por casualidad. Estaba buscando una forma de compartir información de manera más o menos anónima, y esto es lo mejor que he encontrado. Me he armado de valor para sentarme delante del ordenador y escribir mis primeras palabras. Oooh¡¡¡, diréis ¡¡¡que valiente¡¡¡, pues bien para mí sí, y algún día entenderéis el porqué. El motivo de todo esto......la casualidad, podría decirse, pero yo no creo en la casualidad, nunca he creído en ella. Así que empezaré por el principio, que es lo más lógico, ¿no?.

Hace dos años conocí a un misterioso personaje, Pollux, así decía llamarse. Lo conocí en una estación de metro de una gran ciudad. Esa noche era una gran noche para mí, había ascendido en el trabajo, creerme, empezaba a destacar. Todo por lo que había estado luchando empezaba a tener sentido, no era directivo ni mucho menos, pero todo llegaría. Ese mismo día, al salir de la reunión de la gran noticia, decidí ingeniosamente celebrar el acontecimiento corriéndome una buena juerga con mis amigos, y por qué no, también con amigas, si había suerte...y aunque tampoco creo en ella, he de reconocer que estaba en racha, era mi día.

Perdón por el rollo, continúo.....un fiestón, copas, chicas...a las 24:00 llevaba una contundente tajada encima, lo que eliminó de la ecuación a las chicas, da igual, pensé, quedan los colegas. Estos últimos me dejaron en la parada de metro más cercana al pub, ellos solo celebraban mi buen rollo y al día siguiente su resaca no se llevaría tan bien como la mía. Eran las 2:00 y me colé eufóricamente en el metro, animado por el alcohol y la ausencia de taquilleros. Tenía el tiempo justo para coger el último metro.


Entre los dos largos tramos de escaleras mecánicas que me separaban del andén, tuve que pararme, sin darme cuenta la vejiga me iba a explotar, eso, o me lo hacía encima. Ignorando cámaras de seguridad y posibles espectadores meé con todas mis ganas, lo eché todo, menudo charquito, pero .....¡qué gusto!. Cuando me disponía a subirme la bragueta, oí un ligero zumbido, ¡el metro!, bajé tan rápido como la ebria torpeza me permitió, era solo un tramo, pero que tramo¡¡. No salí volando de milagro (no creo en ellos), entre resbalando en el andén justo para ver como el último vagón del último tren de la noche desaparecía en la oscuridad del túnel. Imaginaros la cantidad de improperios que pude soltar por la boca, si alguien hubiera estado no hubiera entendido nada, creo que no vocalizaba muy bien.

Me quedé de pie un rato, no sabría deciros cuanto, hasta que se me ocurrió salir de la estación a buscar un taxi. Cuán grande fue mi sorpresa cuando al llegar arriba, encontré que la estación ya estaba cerrada. Gritos y gestos a la cámara de seguridad no dieron resultado y resignado con la ausencia de cobertura en esa estación (de las antiguas), baje al andén a refugiarme del frío, cual vagabundo busque un banco poco manchado y me tumbé.

Del sueño me despertó un ligero golpe en el brazo, mientras despertaba me imaginé a un furioso guarda de seguridad dándome el sermón, pero lo que vi fue a un vagabundo, a un verdadero vagabundo de más de dos metros de altura, barba y pelo largo y un montón de vieja ropa cubriéndole el cuerpo. Eh¡¡ me dijo con voz ronca, ¿cómo estas amigo?, no temas, mi nombre es Pollux. Ni en ese momento ni ahora su nombre me libra de temor, más bien todo lo contrario...