martes, 19 de enero de 2010

El peregrinaje

Llegamos de nuevo al andén, hasta ese momento era el único que conocía, era una copia del de mi mundo con el toque de Pollux. A parte de esto, solo sabía que los túneles no eran una vía de escape. Realmente empezaba a pensar que no tenía escapatoria. Mi cabeza empezó a hacerle hueco a todo lo que me estaba pasando y aceptándolo como una realidad. Por descartes, supongo; no podía ser un sueño o alucinación, demasiado tiempo, y no era un simple secuestro de un loco. Esto era otra cosa, si el infierno existía este podía ser el mío.

De repente se me encendió la bombilla, casi pude oír un clic sobre mi cabeza acompañado de un reflejo amarillo, ¿y si estaba muerto?. En realidad esto no sería el infierno, ya que Pollux dijo: “estás a las puertas del infierno”, o algo así, por tanto, donde me encontraba, ¿era una especie de purgatorio?. No es que sea muy religioso pero hay cosas que se saben, herencia cultural supongo.

Pollux me estaba mirando, analizándome, era como si supiese lo que estaba pensando.

“Muchacho, parece que estás empezando a pensar un poco sobre lo que está pasando, eso es bueno, aclimátate, analiza lo que te rodea, sumérgete en mi mundo, cree en el. Ahora es donde estás, a donde perteneces, olvídate de todo lo que conocías hasta ahora. Créeme, será mucho mejor que sigas mis consejos”.

Le estuve escuchando en silencio, pero cuando acabó creí conveniente interactuar con ese… demonio, no es que la sensación de miedo hubiese desaparecido (esta era constante), pero estaba empezando a acostumbrarme, y hablar con el…no sé, puede que fuese un golpe sobre la mesa, un - oye, que estoy aquí-. Algo podría sacar, algo podría negociar. Porque a eso me dedicaba yo, a negociar, compra-venta de empresas, a lo mejor le sacaba provecho, una pizca de mi realidad.

- De acuerdo Pollux - dije - creo en tu mundo y creo en ti, empiezo a pensar que esto es real. Pero si vamos a compartir “paseos” y charlas, debería llamarme por mi nombre, ni chico, ni muchacho, por mi nombre, por cierto aun no te lo he dicho -. Me interrumpió de golpe, para una vez que hablaba…

“En realidad tu nombre me da igual, aquí todo es diferente, pero si te sientes mejor, haré una excepción, te bautizare con el nombre de… Truño!!”. Se echó a reír de manera realmente desagradable. “No, en serio, dijo sin llegar a terminar la frase, ya que una nueva carcajada ocupó su boca mientras observaba mi congestionada cara. “Venga”, continuó, “ahora en serio, te llamaré Aicila Bocaj”.

- Bueno, ¡qué ingenio!- contesté - con apellido y todo, no suena nada mal-. Dije esto con toda la carga irónica que pude. Pollux no le dio importancia a mis palabras, y me dijo que debíamos emprender nuestro viaje, que tenía una historia que contarme y que sería bueno hablar sobre ella.
Me apremió a la hora de ponernos en marcha argumentando que había quedado con un amigo suyo con cuentas pendientes. También aprovecho la ocasión, para recordarme su intención de ejercer de cuentacuentos a lo largo del laberinto de túneles que me tenía preparado, “y no te doy más pistas”, concluyó.

- Empecemos- espeté lleno de serenidad, o locura, según se mire, y empezamos a andar hacia lo desconocido, por lo menos para mí, menos mal que llevaba un “guía”.

En el túnel, mientras alumbraba nuestro paso con una bonita llama azul nacida de su mano, Pollux iba acariciando las cabezas de las bestias que se postraban a su paso, eran como mascotas, mascotas del demonio.

“Te voy a contar una historia Aicila Bocaj”, dijo mirándome a los ojos, “espero que me escuches atentamente”.