domingo, 14 de febrero de 2010

El Viajero (1ª parte)

Pollux ante mis ojos y mientras no dejábamos de caminar, se fue transformando en otro hombre, mas bajo, moreno con barba y algo rellenito, un hombre simpático a primera vista. Me quede perplejo durante unos instantes, se había transformado en otra persona, sin esfuerzo aparente, sin sonidos, ni luces o humo, como una imagen de televisión, el mejor efecto especial del mundo, con ropa y todo; vaqueros, zapatillas y una camisa. Me miro y pude reconocer a Pollux dentro de su nueva carcasa, sonrió orgulloso al ver mi asombro y empezó su historia.

“John tenía 40 años cuando se despertó aquella mañana de verano. Estaba de vacaciones y no tenía nada que hacer. Le gustaba esta sensación, le daba la oportunidad de tener tiempo para lo que quisiese. Pensaba que tal vez debería hacer las maletas e irse a algún lugar que no conociese, sin destino fijo, sin planes.

Salió de su casa con la maleta preparada, sin mirar atrás, paró un taxi y se fue al aeropuerto, una vez allí y mientras miraba la lista de vuelos del día se encontró con una antigua amiga de la infancia, ese pequeño detalle le hizo decantarse por el mismo destino que ella, así que la observo pacientemente. Mientras esperaba para facturar a Pekín, se la volvió a encontrar como era de esperar, esta vez se acercó y se presentó, ella también lo reconoció y entablaron una amistosa y nostálgica conversación.

Ambos iban en el mismo vuelo, y ambos habían decidido viajar de la misma manera, sin planes, sin destino fijo. Mientras él lo eligió cuando la vio, ella lo echó a suertes.

Continuaron hablando en espera de su embarque y ambos se dieron cuenta de la cantidad de cosas que tenían en común, como si el tiempo no hubiera pasado, volvían a ser esos inseparables amigos de la infancia. Una cosa llevó a la otra y antes de pisar tierras chinas ya se habían besado. Parecía amor a primera vista, aunque ellos ya se conocían.

Hicieron juntos el viaje a China. Fue muy divertido, tanto, que a la vuelta decidieron intercambiar sus respectivos teléfonos. Aun así no volvieron a verse en mucho tiempo, ninguno de los dos se atrevió a dar el siguiente paso, ninguno tuvo valor de llamar.

Justo después de un año, John volvía a despertarse una mañana de verano, su vida seguía igual, y esto, provocó en él la tentación de repetir las acciones del año anterior. Así que hizo impulsivamente la maleta.

En el aeropuerto se volvió a encontrar con Ana, ¡qué casualidad!, e iban al mismo destino, suponiendo que éste como tal exista. Se saludaron con una sonrisa y juntos emprendieron un nuevo viaje.”

Pollux me miró fijamente mientras se transformaba de nuevo y adoptaba su aspecto de vagabundo inicial, cambiaba ante mis ojos pero fui incapaz de apreciar algún matiz del proceso, simplemente sucedió. Me miro con gesto alegre, como un niño después de realizar una complicada tarea que sabe ha salido bien.

“¿Qué te ha parecido?, ¿te ha gustado?, esta historia la saqué de un “cliente” que pasó por mis dominios al igual que tú. Me contó esta historia justo antes de que me hiciera con su alma, aun saboreo su último recuerdo, era la chica, Ana, a contraluz en un atardecer, le miraba sonriendo y le tiraba un beso, ¿bonito, verdad?. Y no te cuento más que te pones sentimental, pero dime, ¿qué opinas?”.

Dicho esto, sonrió de manera forzada. Yo me quede mirando la llama azul que se deslizaba en la palma de su mano y me tomé mi tiempo para contestar. – La verdad es que la historia es bastante “cutre”, pero ya que lo preguntas te diré lo que pienso de el protagonista de tu insuperable relato – Pollux empezó a torcer el gesto ante mi descarada crítica- me parece una persona incapaz de soportar la rutina en su vida, con miedo al compromiso, a lo previsible, que por otro lado tiene que soportar en su día a día, por lo que utiliza sus vacaciones para ser como le gusta ser. Solo puede disfrutar de esos momentos y son los únicos que le interesa compartir. Si como me dices esta muerto o algo parecido, lo siento por él pero si no llevas la vida que te gusta, joder, cámbiala, no te conviertas en un egoísta inestable -. Dije esto de manera impulsiva, empujado por algún motivo que desconocía, pero con una indiferencia y prepotencia que me eran muy familiares. Y añadí - ¿Qué, te ha gustado “profe”? -.

Exceso de gracia, lo sé, pero estaba empezando a sentirme algo rebelde.

Sin darme cuenta me cogió del cuello y me estrelló contra unas de las paredes del muro, me acercó la llama a la cara. “No te pases Aicila Bocaj, puede que te estés acostumbrando a estar aquí, pero yo no soy tu amigo y esto no es tu mundo. Tu alma está en juego, así que sígueme la corriente, aprende e interactúa lo mejor que puedas, pero no seas gilipollas”. En ese mismo momento sacó las garras que lentamente rasgaron la ropa y la piel de mi pecho. No pude evitarlo y grite de dolor, hecho que aprovecho Pollux para echarme su aliento en mi garganta. Me soltó mientras me retorcía de dolor, algo ardía en mi estómago como una hoguera de verano. El sufrimiento disminuyó pasado un minuto, justo cuando vomité, no sé lo que salió de mi boca ni lo voy a describir, solo sé que me destrozó la garganta y que tuve que hacer un esfuerzo enorme para expulsarlo.

Esa cosa, lo que salió, se levantó del suelo y ante mi incrédula mirada adoptó una forma grotesca y salió gruñendo y corriendo hacia la oscuridad del túnel.

Me levante tambaleándome, la mirada de Pollux me esperaba. “Has tenido suerte, hay veces que sale por otro sitio. Con esto espero haber dejado las cosas claras”. Fui a responder pero el dolor de mi garganta solo dejó salir un ronco gruñido en lugar de palabras, así que, simplemente asentí.

“No te preocupes, se te pasará”.

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